Con esa imagen mi admirado escritor
portugués Antonio Lobo Antúnez describe como “pánico feliz” la emoción de un
niño que juega al filo del peligro mientras goza literalmente como un enano.
Lo vemos en sus caritas cuando los
asustas por diversión, se corren de un perro que intencionalmente han estado
molestando o cuando se balancean como unos monos mientras en el aire sus
piernecitas buscan en que apoyarse sin encontrarlo.
Foto: Daniela Florindez |
Tendemos a protegerlos, a cuidarlos en
extremo a no dejarlos experimentar el riesgo por miedo, pero ese miedo es
nuestro, no de ellos , que así van descubriendo que también hay vida más allá
del ambiente de algodones de la casa.
Cómo nos cuesta como madres soltarlos,
pero pienso que es necesario , así no solo ellos aprenden como es el mundo sino
nosotros también de nuestros temores y cómo ponerlos a raya para que no nos
maniaten.
Foto: Daniela Florindez |
Sus risas al borde del pánico feliz me
hacen recordar la niña que también fui y que si queda dentro de mi algo de ella
es cuando aparecen esas ganas de volar, de sentir, aunque tenga miedo, pero más
cerca que nunca de la felicidad.
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