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lunes, 23 de diciembre de 2013

Compartir el pan

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Hallacas hechas por mi mamá.

Mañana nos reuniremos en la casa a cenar hallacas (una especie de tamal venezolano, que tiene mucho trabajo pero es delicioso), pan de jamón, ensalada de gallina y torta de navidad (de frutos secos). 

Mr. Mom se va a disfrazar de Santa Claus y traerá los regalos. Mi hija mayor ya sabe quién-es-quién en esta historia, pero las dos pequeñas no. Mi segunda está en esa edad mágica en los límites de lo imaginario y lo real son casi inexistentes y la pequeña cada vez que ve un Santa sale corriendo del miedo.

El sentarse juntos a comer es una costumbre bien arraigada en mi casa. De hecho, la única comida que no compartíamos era el desayuno. Pero almuerzo y cena siempre era los cuatro. Era el momento de hablar de ponernos al día, de preguntar, de hablar de la realidad del país, del mundo, del colegio, los amigos, las tareas, etc.

Cuando leo que recomiendan a familias sentarse juntas a comer, me pregunto si no es una obviedad. Pero no, cuántas veces he visto gente atragantándose la comida en el carro (yo misma lo he hecho jurando que nunca más), que comer junto a tus hijos puede prevenir el uso de drogas o comportamientos delictivo, me sorprende, (¿será que está sobrevalorado el asunto como dice este artículo?).

No, es importante hacer cosas juntos, hablar, jugar, cocinar (comer es sagrado, todos deberíamos ser -en eso- como los italianos).

Tengo una amiga que siempre dice que hay que volver a las tradiciones, y no te sorprenda que todo lo que has vivido se vuelva de nuevo una tendencia, que lo retro es "cool" no solamente a la hora de vestir sino en el saber estar y ser.



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