LIFE |
Dicen que la generación de mi madre fue
la bisagra, entre las amas de casa y las que bebieron los aires feministas de
los años 60.
Durante mi infancia, eran muy pocas las
mamás que trabajaban, la mía lo hizo pero lo dejó cuando éramos pequeños.
Pero igual ya tenía el bichito de la
independencia, al igual que muchas otras de nuestras mamás que mientras nos
hacían las trenzas nos repetían que teníamos que estudiar, seguir una carrera, salir adelante y que
aprendiéramos a valernos por nosotras mismas sin depender de un hombre.
Todo esto en un ambiente ultra femenino
en el que también el premio mayor era el “mejor partido” para casarse y tener
esos bebés preciosos que harían de tu mamá la mujer más orgullosa.
Y así llegamos a una generación de
mujeres en su mayoría profesionales con ambiciones y contradicciones porque mientras nos deslomamos para hacernos
de una carrera y encontramos a Mr. Buen Partido nos va haciendo tic tac el
reloj biológico, y ahí es donde nos montamos en la verdadera montaña rusa de la
vida.
Al dejar las mujeres el espacio de la
casa y descubrir que hay un mundo de oportunidades (no siempre disponibles para
nosotras, aunque ese es tema para otro post) nadie nos dice qué hacer para
lidiar con todo.
Nos han vendido la idea de que a mujer de
hoy lo puede todo y también tener todo.
Yo me lo creí, pero como el tiempo y la
experiencia son los mejores maestros, hoy puedo decir que efectivamente lo podemos
todo, con mucha voluntad, y también podemos aspirar a tenerlo todo,
pero no como los cuentan.
Mi papá (que fue un gran feminista) me
decía que mientras tuviera mi cabeza y mis manos nada me faltaría, y tenía razón, por eso sé que nosotras lo podemos todo.
Pero cada día me convenzo más de que no se
puede tener todo a la vez, sino que depende de cada etapa de nuestra vida, por
eso nuestro gran reto es aprender a relajar nuestras expectativas y aceptar lo
que cada momento nos ofrece.
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