Morning Sun (1952) by Edward Hopper |
Es domingo, me
acuesto junto a mi hija a ver la tele y me quedo dormida, profundamente, hasta sueño.
De pronto me
despierto sobresaltada, no por un ruido estruendoso sino porque la casa está en
absoluto silencio.
Se han ido, y me
han dejado descansar, algo raro, pero posible, un regalo.
Entonces me
levanto, ¿y ahora qué hago?, me
pregunto.
Puedo
aprovechar para poner unas lavadoras,
cocinar algo para mañana, planchar esas faldas y blusas que están sin usar
porque no las he adecentado después de lavarlas,.
Aahhh no, ya sé,
arreglar mis cajones que se desbordan de papeles postergados para otro momento,
para cuando tenga tiempo.
Y entonces, me
digo tímidamente, mientras descarto todas las posibilidades anteriores, ¿es que
será que solo quiero no hacer nada, mirar el techo sin remordimientos?. Estar
conmigo misma, que le dicen.
En un acto de
honestidad me respondo que sí, eso quiero, deseo no hacer nada,
solo escuchar mis propios pensamientos que entre tanta rutina y obligaciones
a veces no los escucho, así griten, así lloren.
Me he
acostumbrado a caminar con mi coro de ideas pospuestas para más tardecito,
cuanto tenga un tiempo y cuando al final del día creo que llegó el momento para
mi estoy tan rendida que ya ni me acuerdo qué era lo estaba pensado.
Así que me
despercudo de todo, pongo un poco de música y me quedo tranquila, en santa paz,
conmigo misma, que también soy buena compañía.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario